Mi Café con Dios

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jueves, 13 de octubre de 2016

Tu verdadera batalla

Fuente: OTONIEL FONT

Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.”  Mateo 5:23-24 
Las ofrendas se trabajan en dos dimensiones, y tienen que ir a la par: La dimensión natural y la espiritual.  La victoria que tuvo Josué en aquel campo de batalla contra los amalecitas, fue mientras Moisés tenía sus manos levantadas.  Si Moisés levantaba las manos, y nadie estaba peleando abajo, no había victoria.  Si Josué estaba peleando abajo, pero no había alguien en el monte intercediendo, tampoco se ganaba la guerra.  La guerra se gana en dos niveles; pero la iglesia hoy no se da cuenta que, en el mundo, natural tiene que haber una relación con lo espiritual.  La palabra sí dice que te encierres en tu cuarto y ores, y Dios te recompensará en público; pero entonces tenemos personas que quieren orar, y no salen a buscar su recompensa, que es en público.  De la misma manera, hay quienes quieren recompensa, sin orar.  Lo que hacemos para Dios tiene que guardar congruencia. 
En cuanto a la ofrenda, es igual.  Una cosa es entregar la ofrenda en tu iglesia, y otra cosa es presentarla a Dios.  Tu iglesia la recibe, pero no quiere decir que Dios la haya recibido; Dios no puede recibirla en el cielo, si no la entregas en la tierra.  El mismo Jesús tuvo que venir y morir, para que Dios lo recibiera en cielo como ofrenda perfecta. 
Lo curioso es que, cuando el Señor busca cómo explicar ese orden de prioridades, corrigiendo nuestras relaciones con nuestro prójimo y con nuestros adversarios, nos dice que, cuando tú vayas a ofrendar y te acuerdes de que tienes algo contra tu prójimo, vayas y arregles.  Es interesante que no diga que eso vaya a pasar en otro momento.  El momento donde se recuerda toda relación que está mal, es en el momento de dar una ofrenda.  Ese es el momento donde vienen los peores pensamientos, las peores ideas.  La verdadera batalla en tu vida, la vas a tener en el momento en que vayas a dar una ofrenda.  La batalla de dar una ofrenda es siempre una batalla en la mente, en tu interior.  Y el Señor dice que, cuando comience esa batalla, dejes tu ofrenda en el altar, y vayas primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces regreses.  En ningún momento dice que te vayas con tu ofrenda, sino que vayas primero a arreglarte con tu hermano, y regreses a presentar tu ofrenda; esto, para que el Señor pueda recibir aquella ofrenda. 
Es a través de una ofrenda que el mundo fue reconciliado con el Señor.  No fue a través de un acto de cantar o de adorar, sino a través del sacrificio de Cristo.  Aquella cruz fue su altar.  Lo principal de tu ofrenda en el altar es tu reconciliación con Dios y con los hombres.  La palabra dice que, si estás en coraje con tu esposa, no pienses que tu oración pasa del techo.  Si tú no estás en una relación de armonía y paz con tu cónyuge, tus oraciones no están llegando al cielo.  Así que, antes de ponerte orar, ve y arréglate con tu cónyuge para que tu oración sea más efectiva.  Si oras y oras, y no tienes resultado, alguna relación en el mundo natural no está en orden, y tus oraciones tienen estorbo. 
Cuando Jesús muere y resucita, antes de ir al Padre, fue y buscó a sus discípulos; porque su acto no estaba completado hasta que él reconciliara a todos aquellos que él había amado en esta tierra; y fue a buscar aun a aquel que lo negó, a Pedro.  Porque Jesús sabía que de nada le servía haber pasado por esta tierra y haber dado todo lo que él era, sin primero haber arreglado su relación con Pedro y que este no pensara que Jesús no le amaba. Si no hacia esto cuando llegara al Padre, y este le preguntara dónde están los que te di en la tierra, Jesús no podría subir al cielo. Tú, de la misma manera, tienes que hacer todo lo que tengas que hacer, hasta el último momento, tanto por tu adversario, como por tu prójimo, para alcanzar reconciliación, porque de otra manera, no podrás presentarte al Padre. 
En Génesis 4, Dios le pregunta a Caín: ¿Dónde está tu hermano?  Y todavía esa pregunta retumba en el mundo.  Desde los cielos, Dios pregunta: ¿Dónde está tu hermano?  ¿Qué hiciste por él?  ¿Hasta dónde llegaste?  No pretendas presentarte ante Dios, sin haber hecho lo mismo que él hizo por ti.  Él hizo todo lo necesario para reconciliarse contigo. 
Muchos de nosotros le costamos mucho trabajo a Dios.  Dios tuvo que pasar un grande esfuerzo para que nos reconciliáramos con él.  El Señor tuvo que intentar una y otra vez, hasta lograrlo.  Nada de lo que hagas para Dios será completamente digno de presentarse ante él, hasta que tú no hagas el esfuerzo de la reconciliación. 
A veces, toma tiempo, años.  No sabemos cuánto tiempo pasó en lo que se reconcilió aquel que iba a presentar su ofrenda; lo que sabemos es que la ofrenda estaba allí; pero hay que buscar la reconciliación para que la presentemos.  A veces, la reconciliación no se puede alcanzar al instante.  Pero tiene que haber en tu corazón, la disposición de hacer todo lo que sea necesario, para que cuando te presentes delante de Dios, con todos tus actos de fe, te puedas presentar digno delante de él, no vaya a ser que la contaminación de tu corazón y de tu mente contamine todo aquello que tú le estás entregando.